lunes, 22 de enero de 2024

A 200 AÑOS DE LA CARTA DE PATIVILCA

 

12 Especial / N° 4.711 . Viernes 19 de enero de 2024. _________________________

La artillería del pensamiento CORREO del ORINOCO.

La misiva del Libertador se consideraba un monumento a la gratitud, el amor y la humildad

SE CUMPLEN 200 AÑOS DE LA “CARTA DE PATIVILCA” ESCRITA POR BOLÍVAR A SU MAESTRO SIMÓN RODRÍGUEZ

“Ud. mismo ud. formó mi

corazón para la libertad

para la justicia

lo grande para lo hermoso.

Yo he seguido el sendero

que Ud. me señaló”, le dice

Bolívar a su maestro y amigo,

un 19 de enero de 1824,

hoy hace 200 años

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T/REDACCIÓN C0

F/ARCHIVO C0

Hoy, con diversas actividades en Caracas y en el país, se conmemoran 200 años de una de las cartas más sublimes escritas por Simón Bolívar, dirigida a su maestro Simón Rodríguez, la llamada “Carta de Pativilca”. En ella, además de expresar su alegría y emoción por el retorno de Rodríguez a tierras americanas, El Libertador no escatima elogios para su querido maestro, a quien con humildad le reconoce la influencia de sus enseñanzas en su formación, así como en la moldura de su carácter y su espíritu y su amor por la libertad.    

         En 1824, Bolívar se encontraba en Pativilca, en la costa peruana, en medio de la campaña de liberación del sur. La situación era difícil y complicada. Además, la anarquía reinaba en Perú y el ejército realista acechaba, para impedir la consagración de la independencia del continente sur.

En este contexto, el Libertador a los 40 años le escribía la carta de Pativilca el 19 de enero de 1824 a su Maestro Simón Rodríguez de 54 años de edad, que había llegado a Bogotá, después de 26 años de ausencia de haberse ido de la patria pequeña, Venezuela.

Esta misiva ha sido considerada como un monumento espiritual a la gratitud, amor, humildad y reconocimiento a su maestro Simón Rodríguez, que lo había formado “para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”. Además en ella Bolívar revela el episodio del juramento del Monte Sacro, en Roma, donde en 1805 juró consagrar su vida a la causa de la independencia hispanoamericana y romper las cadenas del yugo español sobre las colonias de ultramar.

 

LA CARTA SEÑALA TEXTUALMENTE:

 Pativilca, 19 de enero de 1824

Al señor don Simón Rodríguez:

 

¡Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson, Ud. en Colombia! Ud. en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Ud. el hombre más extraordinario del mundo; podría Ud. merecer otros epítetos pero no quiero darlos por no ser descortés al saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a visitar el nuevo; sí a visitar su patria que ya no conoce, que tenía olvidada, no en su corazón sino en su memoria. Nadie más que yo sabe lo que Ud. quiere a nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda Ud. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente no habrá Ud. olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros; día que anticipó por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no debíamos tener.

Ud. Maestro mío, cuánto debe haberme contemplado de cerca aunque colocado a tan remota distancia. Con qué avidez habrá seguido Ud. mis pasos; estos pasos dirigidos muy anticipadamente por Ud. mismo. Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló. Ud. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Ud. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Ud. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales las he seguido como guías infalibles.   -393→   En fin, Ud. ha visto mi conducta; Ud. ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Ud. no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos, ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo.

Sí, mi amigo querido, Ud. está con nosotros; mil veces dichoso el día en que Ud. pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designios, qué destino tiene Ud.; sobre todo mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que no puedo yo volar hacia Ud. hágalo Ud. hacia mí; no perderá Ud. nada; contemplará Ud. con encanto la inmensa patria que tiene, labrada en la roca del despotismo por el buril victorioso de los libertadores, de los hermanos de Ud. No, no se saciará la vista de Ud. delante de los cuadros, de los colosos, de los tesoros, de los secretos, de los prodigios que encierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga Ud. al Chimborazo; profane Ud. con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto tenderá Ud. la vista; y al observar el cielo y la tierra admirando el pasmo de la creación terrena, podrá decir: dos eternidades me contemplan; la pasada y la que viene; y este trono de la naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo.

¿Desde dónde, pues, podrá decir Ud. otro tanto tan erguidamente? Amigo de la naturaleza, venga Ud. a preguntarle su edad, su vida y su esencia primitivas; Ud. no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los desechos de la próvida Madre: allá está encorvada con el peso de los años, de las enfermedades y del hálito pestífero de los hombres; aquí está doncella, inmaculada, hermosa, adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto profano del hombre todavía no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudes intactas.

Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Ud. a un vuelo rápido hacia mí, ocurriré a un apetito más fuerte: la amistad invoco.

Presente Usted esta carta al Vicepresidente, pídale Ud. dinero de mi parte, y venga Ud. a encontrarme.

 

Bolívar        

 


 

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